Me acostumbre al perfume de tu piel,
a tu forma de
besar y al calor de tu mirada.
Me acostumbré a ternura que jamás con más nadie compartí
en tu lecho y con tu almohada.
Me acostumbré a dejarme transportar a ese mundo donde tu
con dulzura me llevabas.
Y ahora ya la costumbre vive en mí, no podré sobrevivir
si algún día me faltaras...
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Esa madrugada intensa y de las jamás antes vividas, Carlos agotado y con dolor en sus amígdalas y cabeza resignado pensó en miles de soluciones, pero... quería su amada Eva?.. Eva estaba decidida a iniciar un nuevo capítulo como si tratase de una novela en la que sus personajes sentían lo mismo que cuando empuñas y escribes sobre el papel.
Lagrimas mojaban su alma mas que su rostro, su pecho desgarrado rugía cual león herido en mortal batalla, cómo vivir sin el calor de su mirada?... en tan sólo 5 minutos fue capaz de experimentar la gloria de la madrugada... un paréntesis sin dolor, se transportó justo cuando era todo sonrisa y no lagrimas, todo claridad y honestidad y no dolor, reclamo y angustias.
Y esta daga?... en sus manos... confundido y agitado.
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