Me lleno de la autoridad que me concede el haber faltando pocos domingos a la cita contraída visualmente con la Lucha Libre Internacional (hecha aquí) para decir: Me duele la muerte de Relámpago Hernández.
Desde que supe de su partida a la casa del Padre, quise brindarle un merecido homenaje en el Paraíso, pero no sabía cómo. Hace unos días, mientras veía la lucha de la WWE, la inspiración salió volando del cuadrilátero, le aplicó la polémica a mis dedos y me obligó a rendirme ante la verdad: La Gallina no está físicamente. Más, su legado vive y debe resaltarse.
Sé que otros ya han destacado que Relámpago dejó las filas del mal, para unirse a las del bien. Los aplaudo por ello. Yo, simplemente quiero sacar mi infantil dolor, y admitir que la partida del otrora despreciable luchador deja un vacío en los corazones de miles de fanáticos (incluido yo) que crecimos despreciando al más insistente archienemigo del Campeón de la Bolita del Mundo.
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